Fiesta de Amancaes en 1932. (Foto:
El Comercio)
En el actual distrito del Rímac se encuentra la pampa de Amancaes. Este lugar es una llanura elevada rodeada de cerros desde dónde antiguamente podía verse todo el valle de Lima, en días despejados era posible divisar el mar.
Amancaes recibe su nombre de una flor amarilla que existió en este lugar, el amancae (Hymenocallis amancaaes) que aparecía en estas pampas durante los meses de junio y agosto.
Amancaes fue un lugar de peregrinación desde la época colonial, aquí ocurrió un famoso milagro.
La mañana del 2 de febrero de 1582 una india llamada Rosario encontró en la acequia de la “Alcantarilla” a un viajero que llevaba en la mano una carta, que le entregó, dirigida “al Prior de los Dominicos” y encargándose a su patrona doña Ricapac, para que edificara un templo “allí donde apareciera grabada la imagen de Jesús Nazareno”. Al cumplir su cometido y regresar con el religioso y gran cantidad de personas “en romería” se encontraron que había grabada en una roca la referida imagen, en quien la domestica reconoció al viajero que le diera el encargo. Entonces se edificó allí una capilla, que, por haberse puesto la primera piedra el 24 de junio del mismo año, día de la advocación del santo evangelista, se le dio el nombre de San Juan.
La fiesta de Amancaes se convirtió en una tradición, los limeños de todos los sectores de la sociedad se dirigían a la pampa: la gente del pueblo llegaba en mulas, en carreta o a pie; los aristócratas viajaban en calesas y balancines tirados por caballos, detrás iba un burro cargado con todo lo necesario para almorzar en la pampa.
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Borrachera de Amancais, acuarela de Pancho Fierro que muestra a los viajeros de Amancaes. |
En ese lugar se realizaban grandes jaranas con guitarra y cajón, dónde se bailaba la zamacueca. Amancaes era un gran festival gastronómico donde abundaba la chicha, el aguardiente de “pisco” y una gran variedad de comidas. Nunca faltaban la pachamanca, anticuchos, cau-cau, frejoles, butifarras, arroz con pato, papa a la huancaína, olluquitos, seviche y escabeche.
Los diestros jinetes llegaban a Amancaes con sus finos caballos de paso. La gente del pueblo iba a rezar a la capilla de Amancaes donde había una imagen del Cristo crucificado.
A fines del siglo XIX la fiesta de San Juan fue decayendo. En el siglo XX las autoridades municipales impulsaron su recuperación. Durante el oncenio de Augusto B. Leguía (1919-1930) esta fiesta fue impulsada por el gobierno para convertirlo en un lugar donde se representara la cultura peruana dentro del proyecto de la “Patria Nueva”.
A la caída del régimen de Leguía, el festival de Amancaes dejó de contar con el apoyo del gobierno. La fiesta se mantuvo, pero los asistentes fueron disminuyendo con el transcurso de los años. Las últimas fiestas de Amancaes se realizaron a fines de la década de 1950, época en que las flores de la pampa se fueron extinguiendo y en su lugar aparecieron las barriadas del Rímac.